Si esto es un hombre surgió en la imaginación de su autor durante los días de horror en Auschwitz, cuando la principal preocupación de los prisioneros era que, de sobrevivir, nadie creería la atrocidad de la historia vivida. Los campos de concentración y exterminio, más que resguardados por las alambradas y los guardias, lo estuvieron por su propia monstruosidad, que los hacía inconcebibles.
Es la austeridad del testimonio de Primo Levi, una víctima que no grita pero que arranca el grito de la garganta de su lector, lo que devuelve al horror su realidad y lo hace inteligible como una siniesta señal de peligro. Un libro conmovedor de un hombre con una indestructuble fe en la razón.
Usualmente, se considera la obra de Levi como una suerte de autobiografía novelada, y así conviene el propio autor en definirla. Pero como ocurre con todos los testimonios gestados en la Europa castigada por la expansión nazi, deviene finalmente en documento histórico y análisis de la condición humana sometida a la degradación más flagrante.
Sin embargo, y esto es lo que hace inmensas estas páginas, es plausible desvincular a Levi de las más representativas voces de la tragedia judía (Anna Frank, Edith Stein, el Imre Kerstez de Sin destino o el Viktor Frankl de El hombre en busca de sentido), gracias esencialmente al enfoque que elige para construir la minuciosidad lacerante de Si esto es un hombre.